30 ago 2009

Caminando hacia el olvido

La presencia de los judíos en España, y por tanto en Extremadura, es fundamental para comprender nuestro pasado. A la largo de nuestra historia común existen hechos magníficos y memorables, pero también otros de las que ningún pueblo debería sentirse orgulloso. Creo que en historia nunca se puede decir aquello de “Visto con los ojos de hoy”, porque cada momento, cada circunstancia esconde motivos que se nos escapan, que van más allá de nuestra percepción actual. No obstante, lo que sí es evidente es que resulta lamentable el trato que se dispensó a los judíos.

La existencia de los judíos en Extremadura está documentada desde época romana, ya en el siglo I se sabe de la presencia de judíos en Augusta Emérita, probablemente procedentes de las deportaciones ordenadas por el emperador Tito, tras asediar y arrasar Jerusalem.

Cuando Alfonso IX “reconquista” Cáceres y proclama su famoso Fuero de Cáceres, dedica ocho capítulos a hablar de los judíos, por lo que se sobreentiende la existencia de una colonia judía que viviría en la ciudad desde época musulmana.

No obstante el periodo de mayor crecimiento de la población judía en buena parte de Extremadura se produce a lo largo del siglo XV, cuando, fundamentalmente en el valle del Guadalquivir (Córdoba, Andújar, Jaén, Baeza y sobre todo Sevilla), se producen unas fuertes revueltas antijudías, que acaban en pavorosas matanzas y la expulsión forzosa de los judíos supervivientes.

Hasta entonces la judería cacereña no tenía la categoría de aljama, como si lo tenían las juderías de Trujillo o Plasencia. Una aljama es una comunidad con autogobierno propio, que cuenta además con sinagoga, cementerio, baños, academias, carnicerías, sanatorios, tribunales…

Sin embargo en tiempos de Enrique IV (el hermanastro de Isabel la Católica) se describe a la judería cacereña como una de las aljamas que, en materia tributaria, se situaban entre las cinco primeras de toda Castilla.


Cuando Lucas llega a Cáceres, durante la visita real, las crónicas dicen que en la villa habitaban en total unos 8000 vecinos, y de ellos unos 650 (alrededor 130 familias) eran judíos. La mayor parte de esos judíos residían en lo que actualmente conocemos como barrio de San Antonio. Era una zona que, aunque se encontraba dentro del perímetro de las murallas, se distinguía bien de los palacios y casas fuertes con los que delimitaba, pues las casas eran pequeñas, normalmente de planta baja o a lo sumo de dos plantas, ubicadas en una zona urbanísticamente complicada debido al escarpado y quebrado terreno.
La vieja judería se articulaba alrededor de una sinagoga que en 1470 es adquirida por Alonso Golfín, que la derriba y construye sobre ella una ermita en honor a San Antonio de Padua, motivo por el cual la vieja judería lleva actualmente ese nombre.

Lucas visita la ciudad, cuando se está empezando a agrupar a los judíos alrededor de la nueva judería, es decir, en los alrededores de la Plaza Mayor.

Tuve acceso a una serie de listados de población en donde aparecían reseñados los nombres de muchos de los judíos que vivían en Cáceres durante la visita real. Entre ellos figuraba el nombre del sastre Moshé Cohen, hijo de Salomón Cohen y de Samuel Ben Sentó (Don Sento) que habitaba alrededor del actual Arco de la Estrella. También supe de una vivienda de cierta importancia que pertenecía a un sastre judío y que estaba ubicada en los alrededores de lo que actualmente conocemos como la calle General Ezponda, no muy lejos de la nueva sinagoga que, según la tradición, se ubicaba en el Palacio del Marqués de la Isla. El nombre de Jaco, el enigmático anciano que aparece en la novela, padre de Salomón, es un nombre reconocible en la onomástica judía, pero no consta en ninguna documentación de la época. Quizás porque estaba más allá de aquel tiempo.

Precisamente el encuentro entre Lucas y el anciano judío se resuelve en la novela de una manera que no estaba preconcebida. Una vez más el ejercicio de la escritura me encaminó por su propia senda y yo, como escritor, me dejé llevar a esos misteriosos terrenos en donde sólo tiene cabida la imaginación. La figura de Sara, la joven judía que percibe en la figura de Lucas la forma de escapar de su incierto futuro, no es más que una imagen de lo que allí vi.

Es correcto el dato de que los judíos acudieron a la Reina Isabel para pedirle una mayor equidad en el reparto de cargas municipales y también que la propia reina fue receptiva a dicha petición.

La convivencia pacífica entre las religiones: árabe, judía y cristiana, fue posible durante muchos siglos, pero en la época de Isabel de Castilla, los árabes estaban siendo erradicados de España y los judíos, sometidos a una presión cada vez mayor. Las causas hay que buscarlas en el ámbito religioso, pero sobre todo económico.

Desde que Lucas se encuentra con la familia Cohen, hasta que se reencuentra con Sara, apenas 15 años después, las acusaciones, engaños y matanzas se multiplican. Los judíos son obligados a marcharse o a convertirse al cristianismo.

El valle del río Ambroz, debió ser testigo mudo de esta triste huída. La presencia hebrea en ciudades como Hervás es, aún hoy, absolutamente evocadora. (Si deseas saber algo más sobre la invención de leyendas contra los judíos de Hervás, puedes consultar esté trabajo realizado por el investigador Marciano de Hervás pulsando aquí.)

Los que tuvieron que marcharse, que fueron mayoría, se adentraron en Portugal desde Valencia de Alcántara. Posteriormente sufrirían un nuevo exilio que les llevó hacía lugares distantes como Marruecos, Turquía o los Países Bajos. Los que se quedaron tuvieron que lidiar con la terrible inquisición, manifestando continuamente su cristiandad, aunque algunos practicaran sus creencias a escondidas

Quería dejar claro en mi novela la presencia del pueblo hebreo en Extremadura, del mismo modo que Extremadura quedó en la memoria de los judíos errantes, que adoptaron apellidos como Casseres, Coriat, Kuriat, Alburkerk... que vieron nuestro mismo cielo y caminaron por nuestras mismas piedras, las piedras de su querida Sefarad, de la que se separaron para siempre.

No hay comentarios: