22 ago 2009

Batalyaws

A menudo, el retrato que los occidentales tenemos de los árabes, está demasiado condicionado por las imágenes que nos arroja la televisión. Demasiadas guerras, demasiada pobreza y extremismos. Yo te propongo una prueba, si no lo has hecho ya visita La Alhambra de Granada, pasea por los Palacios Nazaríes, o por el Real Alcázar de Sevilla, a la salida comprenderás que aquellas obras fueron realizadas por un pueblo con un desarrollado sentido de la belleza.

Yo creo que los árabes que llegaron a España, allá por el siglo VIII, no eran unos salvajes, o al menos eran tan civilizados como las personas que aquí vivían.

Todavía Mérida en esa época era una de las principales ciudades de la península y poseía un conjunto de murallas capaces de asombrar al mismísimo Muza, que comandaba las tropas invasoras. Era, junto con Toledo, la ciudad más fortificada de la península, sus acueductos estaban en pie y sus murallas se elevaban por encima de los 12 metros. Mérida no fue conquistada, negoció su capitulación con los atancantes y fue respetada.

Me interesaba poner de manifiesto que, mientras el esplendor de Mérida se iba apagando, rebeldes emeritenses fundaban una nueva ciudad que, a la postre, se convertiría en la más poblada de Extremadura.

Me atraía la figura de Ibn Marwan, el rebelde Muladí, hijo de un gobernador de Mérida, capaz de plantar cara al Emir Cordobés, y de poner las bases de una nueva ciudad que se edificaría sobre lo que hoy se conoce como el cerro de La Muela.
Siempre pensé en aquel hombre como un lusitano auténtico, jamás lo imaginé como un extranjero invasor. En el capítulo de Badajoz quería dejar eso claro, Sawwar era emeritense y el extranjero, entonces, era el cristiano.

Aquel periodo histórico no es tan conocido para el público general como otras épocas. Las escaramuzas y alianzas contra natura estaban a la orden del día. Todos podían ser enemigos o aliados en función de las circunstancias. Incluso si el enemigo era especialmente temible o poderoso, como sucedía con las invasiones vikingas, todos los ejércitos no dudaban en formar un único bloque.

Para la documentación de este capítulo, me resultó fundamental, y así lo recomiendo, la obra de Jesús Meneses Jiménez titulada “Ibn Marwan El Gallego, El señor de Batalyaws”, editado por el autor en Agosto de 2007.

Por aquella época, los muladíes, es decir los cristianos convertidos al Islam, formaban el grupo de población más numeroso de Al-Ándalus. La mayoría de estos hombres formaban parte de la población autóctona de la zona, no había más variación en ellos que los hábitos y las vestimentas que el paso del tiempo iba cambiando. Es decir, ellos no eran ellos, sino nosotros. Por nuestra sangre corre su misma sangre. Algunos imaginan esa época como un tiempo en el que los cristianos desaparecieron y en su lugar habitaron los árabes, pero eso no era cierto. Las escasas tropas que organizaron la invasión musulmana coparon la administración de Al-Ándalus, pero la población que ya vivía, siguió viviendo, adaptándose a los cambios, mimetizándose con el nuevo orden.
Badajoz nació como fruto de la rebeldía. En el ideario de Ibn Marwan quiero creer que estaba la construcción de una ciudad musulmana y hermosa, quiero creer que pensaba en ella como su tierra prometida, como el descanso de un guerrero harto de huir y de batallar. Es cierto que, como dije en el libro, nunca llegó a ver esa ciudad ideal, pero sus descendientes la gobernaron durante tres generaciones hasta que el califa cordobés Abderrahman III los expulsó. Pero como todo reino tiene su final, también lo tuvo el Califato de Córdoba y entonces sí surgió el poderoso reino taifas de Badajoz, y entonces sí la ciudad tomo el brillo anhelado, no sólo militar, sino también cultural, económico y social.

Quiero indicar además que la emboscada que se describe en la obra sucedió en la realidad; que una conjunción de tropas comandadas por los rebeldes de Ibn Marwan y del cabecilla proveniente de Oporto Al-Surumbaquí, unidos al rey cristiano Alfonso III, se enfrentaron con las tropas cordobesas a lo largo del río Asha (probablemente el río Zezere en la frontera portuguesa), que el general Hasim, el segundo hombre más importante de todo Al-Ándalus tras el Emir, fue apresado en aquella batalla y entregado al rey cristiano Alfonso III, que lo retuvo durante dos años, actuando durante ese tiempo de consejero real hasta que recibió un suculento rescate por él. Puedes encontrar más información de este suceso leyendo este magnífico trabajo de Luis Molina, de la Escuela de Estudios árabes de Granada. Para leerlo pulsa aquí.

Nada sabemos del destino que pudo tener Sawwar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Como son los nombres reales de batalyaws wadi yana marwan y el castillo de karkar ??

Anónimo dijo...

xdddddd tu también tienes que hacer el trabajo de sociales?